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La noticia sobre la ‘detención’ del joven político venezolano Yon Goicoechea es triste, dolorosa y una violación clara de los derechos humanos.

Conocí a Yon el año pasado. Llamó a mi puerta por recomendación de un compañero suyo de maestría en la Universidad de Columbia en NY, que es colega y amigo. Yo no sabía nada de Yon hasta ese momento. Tuvimos un par de reuniones muy cordiales en las que me planteó la posibilidad de escribir una tesis doctoral en la UAM. Estaba interesado en temas relacionados con las políticas públicas de energía, que le habían preocupado mientras estudiaba su maestría, y también en derechos humanos y democracia, por su experiencia política en Venezuela. Yo le dije que no me sentía competente para ayudarle directamente con la investigación sobre políticas energéticas y por eso la conversación nos llevó hacia el segundo ámbito de interés y, más específicamente, a sus tesis sobre el respeto de los derechos constitucionales en los procesos de elecciones democráticas en Latino América. Su proyecto quedó paralizado por el resultado de las elecciones del año pasado en Venezuela. El 12 de agosto de 2015 me dijo en un correo que para él ese resultado electoral había sido «un renacer». Y agregó: «Me parece mentira que en Venezuela haya iniciado una transición sin un solo muerto. Un bendición inesperada. Claro que será muy difícil por la situación económica, pero ya es bastante empezar a transitar por el camino correcto y en libertad». En ese mismo correo decía que estaba trabajando en la elaboración de un conjunto de leyes para proponer a la nueva Asamblea, y agregaba: «Espero volver pronto a Venezuela. En unos meses». En una línea final me preguntaba si era viable una investigación a distancia…

Espero y confío que Yon se encuentre sano y salvo, y que recupere su plena libertad inmediatamente y vuelva a su casa junto a su mujer y sus hijos.

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