Interesante artículo en el diario El Mundo del historiador Felipe Fernández-Armesto defendiendo el derecho de los museos a sus colecciones frente a «la amenaza» que supone el movimiento restitucionista:
(…) Los amenaza un movimiento mundial, cada vez más coherente, más fuerte, y más estridente, dedicado a reclamar la restitución o «repatriación» de los objetos de importancia cultural. El movimiento tiene raíces muy respetables en el deseo poscolonialista de cancelar las injusticias de los siglos XIX y XX, cuando las grandes potencias occidentales se aprovecharon de su poder y riqueza para adquirir objetos de valor de gente necesitada o atemorizada en zonas desaventajadas del mundo. Intervino también la experiencia chocante de los saqueos de los nuevos vándalos de la II Guerra Mundial, llevando el botín de sus conquistas a embellecer los templos seculares del nazismo y humillar a sus víctimas. Por eso tenemos, desde 1954, una serie de acuerdos internacionales que vigilan el comercio de obras de arte y objetos culturales e insisten en la restitución de objetos adquiridos por robo o saqueo, dentro de determinados límites cronológicos, aun cuando los museos o coleccionistas relevantes los adquirieron honradamente sin enterarse de su obtención ilegal. Es importante mantener esos acuerdos: he aquí uno de los motivos primordiales de insistir en que se trata independientemente, y sin prejuicios, a los casos que caen fuera de sus límites.
Pero hay que reconocer dos hechos: los museos -o por lo menos los buenos- son archivos de fuentes históricas cuya integridad debe respetarse; y las comunidades que dan abrigo a objetos de procedencia lejana tienen un interés legítimo en quedarse con ellos. Invierten emoción y gastos de conservación en joyas que vienen a ser parte de su propio patrimonio. Los códices mesoamericanas de la Biblioteca de la Universidad de Oxford, por ejemplo, o las máscaras mexicanas de piedra verde del Museo Británico han pasado más tiempo ya en Inglaterra que en Méjico y han venido a ser parte del patrimonio de Inglaterra, a pesar del hecho innegable de que llegaron al país por primera vez mediante piraterías y saqueos.
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La gran mayoría de los objetos contenciosos están en museos donde sirven a la investigación y la enseñanza, donde están disponibles a todo el mundo y donde forman parte de archivos íntegros y sistemáticos para el estudio comparado de civilizaciones.
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El debate está abierto. Mi posición no es todo o nada. La discusión es bienvenida. Creo que hay que estudiar caso por caso, pero en principio estoy de acuerdo con la tesis de Fernández-Armesto sobre la integridad de las colecciones y creo que debe tenerse seriamente en cuenta el interés legítimo de las comunidades de las comunidades que custodian los objetos de arte en mantenerlos en museos abiertos a la enseñanza y la investigación.