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Foto: Kent Smith/Showtime

Homeland tiene un trasfondo lleno de reglas de derecho internacional. Por ejemplo, un aspecto central de la serie es un ataque con drones en Iraq, que mata al hijo del terrorista Abu Nazir y casi le cuesta la vida al protagonista Nicholas Brody. En la serie está presente siempre la tensión entre la expansión de las prerrogativas para la lucha contra el terrorismo y la protección de los derechos humanos, una tensión que define nuestra época con nitidez desde septiembre de 2001. En el cuarto capítulo de la tercera temporada la serie se traslada a Suramérica, porque el protagonista se encuentra atrapado en un edificio abandonado de Caracas, Venezuela, conocido como la Torre de David, al que el periodista John Lee Anderson le dedicó un ensayo en The New Yorker titulado ‘Slumlord‘, que ahora compara con los datos del capítulo de Homeland en su post ‘The Real Tower of David‘ y podrán corroborar quienes conocen esa parte de la ciudad. La ficción es atrayente, aunque la música que suena en el edificio, que proviene de una mezquita cercana en la serie de televisión, no resulta nada creíble.

Ray Bradbury fotografiado por Michel Fainsilber

Nos dejó Ray Bradbury. No conozco ningún estudio de su obra en clave de derecho internacional, pero sería estupendo leer un ensayo de ese estilo. En realidad, como muestra el interés de algún curso reciente sobre derecho internacional y ciencia ficción, el tema es fascinante. En un mundo de drones, ataques cibernéticos y seres humanos ‘mejorados’ no hacen falta ejemplos adicionales a la realidad para sostener esta opinión, pero aquí va un botón de muestra: en la revista Wired, Clive Thompson hace referencia a un relato de Cory Doctorow donde se plantea la pregunta sobre las consecuencias que produciría la posibilidad de duplicar la propiedad física como un archivo MP3, si una sociedad pobre pudiera prosperar simplemente mediante copias piratas de coches, ropa o drogas para curar enfermedades mortales. ¿Les suena? Quizá tengamos que copiarle al profesor Francesco Francioni y hacer en nuestras universidades seminarios sobre derecho internacional y ciencia ficción para ver si nos ayudan a pensar mejor sobre las preguntas importantes sobre el derecho (internacional) y la justicia.

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